Recuerdo hace no mucho tiempo, discutíamos entre compañeros sobre “educar a la gente”, sobre arte contemporáneo. La problemática giraba en la dificultad que supone una pieza de arte contemporáneo a un público desconocedor de los lenguajes artísticos actuales; en nuestro discurso, llegábamos a conclusiones como: -“El espectador necesita ver más piezas de arte para comprenderlas”-, y,-“El espectador no es tonto educándolo entenderá la pieza”-. De estas conclusiones alcanzadas en su momento, ahora digo: -“En mis viajes hacia la universidad, veo los mismos lugares, las mismas cosas, los mismos arboles, y no por verlos periódicamente, he reflexionado sobre ellos y los he llegado a comprender”-.
No es por la cantidad de veces que tengo contacto con un objeto, como llego a conocerlo. Como decía el zorro al principito, lo que me hace conocerlo es el tiempo que invierto en el. En el caso particular de la obra artística, es más difícil que esta llame la atención, pues el espectador en primer momento la repudia, a menos que esta sea estéticamente atractiva. Pienso en Regina Galindo caminando por las calles de Venecia y pienso en la gente que paso a su lado, y vio lo que ella hacia; y pienso… realmente estas personas comprendieron lo que el artista quería decir, y aun no importado lo que ella quisiera transmitir, dejo algo en estas personas, o solamente pensaron “una loca mas”, y ya… eso es todo. Mientras que los críticos, debatían apasionadamente sobre las implicaciones artísticas, las valoraciones estéticas y el impacto social de la obra, el publico a quien iba dirigido y quien fue parte, simplemente se llevo un susto o un gusto al ver a Regina caminando desnuda por la calle.
La segunda conclusión acordada entre el selecto grupo, que rezaba: -“El espectador no es tonto educándolo entenderá la pieza”-. Quiero recalcar que al decir “educar”, nos referimos a exponer una buena cantidad de piezas al público, para que este se vaya “acostumbrando“ a estos lenguajes. En algo teníamos razón, el tonto no es el público, somos nosotros… por no hablar su lenguaje, nos encontramos balbuceando frente a un anfiteatro repleto, somos extranjeros en un país lejano, tratando de comunicarnos con personas que no entienden una palabra de lo que decimos, y la falta de entendimiento no radica en que somos más listos, sino en que somos incapaces de comunicarnos con ellos, incapaces de apropiarnos de sus códigos, y tener una comunicación efectiva con el espectador.
No critico los lenguajes contemporáneos como inefectivos, sino que pienso que existe un vicio por elevar los discursos artísticos hasta las estrellas, hasta el punto de ser ajenos hasta para nosotros mismos, los que los producimos. Por mencionar a Adan Vallecillos con su pieza “placebo”, quien afirma hasta ahora no comprender el sentido de la misma. Esta característica espontanea no es en absoluto repudiable, al contrario puede ser que esta pieza tenga elementos muy íntimos de Adan, por ser exactamente espontanea, organizada arbitrariamente por su subconsciente. Mi preocupación radica en el espectador, para quien estamos creando obra? Para nosotros mismos? Para nuestro propio circulo de artistas y curadores? O no es necesario preocuparnos por esto? Creo que no hay definitivos, pero también creo importante saber que estamos haciendo y si queremos seguir haciéndolo así, cada quien al final seguirá su camino.
Esto que he dicho lo expongo, no como una afirmación absoluta, sino mas bien intento generar cuestionamientos que nos ayuden a comprender mejor nuestro trabajo y espero comentarios al respecto, para poder completar estas ideas inconclusas, gracias por su lectura y más por su respuesta.
Hugo Rivera