Salarrué me recuerda tanto a nada.

Se nos pregunto recientemente en una entrevista con motivo de esta exposición, que cuál era nuestro aporte a la figura de Salarrue.

Reflexionando en esto, dudo que aporte algo a la construcción del mítico personaje y francamente poco me interesa, pues creo que esa tarea no me corresponde.

Las piezas que pretendo exponer se encontraran más o menos alejadas de Salarrue, ya que conocí su vida a través de anécdotas, y lo más cerca q podría estar de conocerlo seria a través de sus obras, y me confieso poco apasionado por su estas. Creo primordial el conocimiento adquirido a través de mi propia experiencia, ahí radica la dificultad de vincular mi trabajo con un personaje que nunca conocí ni conoceré a menos que realizara una sesión espiritista.

Con mis piezas hablo de lo que pienso, de lo que me cuestiono, de las cosas que me inquietan y ese es el nexo que utilizare como pretexto para cumplir el requisito de abordar a Salarrue. Mi excusa es que alguna vez el se realizo las mismas preguntas, los mismos cuestionamientos, y posiblemente llego a las mismas resoluciones, y luego se contradijo. Me pondré místico, y les diré que todos tenemos un poco de Salarrue, que en la humanidad solo hay una serie de variaciones pero que en algún momento, todos nos cuestionamos, nos afirmamos y nos negamos.

Así que ese es mi aporte: otra pregunta. Por que es más fácil hacer preguntas que dar respuestas; además las preguntas son seguras, las respuestas nunca lo son; las preguntas son siempre las mismas, las respuestas nunca lo son; las preguntas funcionan para todos, las respuestas…

Es más fácil y divertido ser un niño pregunton que un adulto sabelotodo, me disculpo con ustedes que se molestaron en realizar esta lectura, por no encontrar definitivos en mi texto, pero como apropiarme de ellos si nunca los he creido, los adultos son tan complicados.

Hugo Rivera